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domingo, 18 de octubre de 2009

La durmiente


Por Edgar Allan Poe

Era la medianoche, en junio, tibia, bruna.
Yo estaba bajo un rayo de la mística luna,
Que de su blanco disco como un encantamiento
Vertía sobre el valle un vapor soñoliento.
Dormitaba en las tumbas el romero fragante,
Y al lago se inclinaba el lirio agonizante,
Y envueltas en la niebla en el ropaje acuoso,
Las ruinas descansaban en vetusto reposo.
¡Mirad! También el lago semejante al Leteo,
Dormita entre las sombras con lento cabeceo,
Y del sopor consciente despertarse no quiere
Para el mundo que en torno lánguidamente
muere

Duerme toda belleza y ved dónde reposa
Irene, dulcemente, en calma deleitosa.
Con la ventana abierta a los cielos serenos,
De claros luminares y de misterios llenos.
¡Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?
¿Por qué está tu ventana, así, en la noche abierta?
Los aires juguetones desde el bosque frondoso,
Risueños y lascivos en tropel rumoroso
Inundan tu aposento y agitan la cortina
Del lecho en que tu hermosa cabeza se reclina,
Sobre los bellos ojos de copiosas pestañas,
Tras los que el alma duerme en regiones extrañas,
Como fantasmas tétricos, por el sueño y los muros
Se deslizan las sombras de perfiles oscuros.
Oh, mi gentil señora, ¿no te asalta el espanto?
¿Cuál es, di, de tu ensueño el poderoso encanto?
Debes de haber venido de los lejanos mares
A este jardín hermoso de troncos seculares.
Extraños son, mujer, tu palidez, tu traje,
Y de tus largas trenzas el flotante homenaje;
Pero aún es más extraño el silencio solemne
En que envuelves tu sueño misterioso y perenne.

La dama gentil duerme. ¡Que duerman para el mundo!
Todo lo que es eterno tiene que ser profundo.
El cielo lo ha amparado bajo su dulce manto,
Trocando este aposento por otro que es más santo,
Y por otro más triste, el lecho en que reposa.
Yo le ruego al Señor, que con mano piadosa,
La deje descansar con sueño no turbado,
Mientras que los difuntos desfilan por su lado.
Ella duerme, amor mío. ¡Oh!, mi alma le desea
Que así como es eterno, profundo el sueño sea;
Que los viles gusanos se arrastren suavemente
En torno de sus manos y en torno de su frente;
Que en la lejana selva, sombría y centenaria,
Le alcen una alta tumba tranquila y solitaria
Donde flotan al viento, altivos y triunfales,
De su ilustre familia los paños funerales;
Una lejana tumba, a cuya puerta fuerte
Piedras tiró, de niña, sin temor a la muerte,
Y a cuyo duro bronce no arrancará más sones,
Ni los fúnebres ecos de tan tristes mansiones
¡Qué triste imaginarse pobre hija del pecado.
Que el sonido fatídico a la puerta arrancado,
Y que quizá con gozo resonara en tu oído,
de la muerte terrífica era el triste gemido!

viernes, 2 de octubre de 2009

Riqueza


Gabriela Mistral

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,

la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno

de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida....

Un Sol


Alfonsina Storni

Mi corazón es como un dios sin lengua,
mudo se está a la espera del milagro,
he amado mucho, todo amor fue magro,
que todo amor lo conocí con mengua.

He amado hasta llorar, hasta morirme.
Amé hasta odiar, amé hasta la locura,
pero yo espero algún amor-natura
capaz de renovarme y redimirme.

Amor que fructifique mi desierto
y me haga brotar ramas sensitivas,
soy una selva de raíces vivas,
sólo el follaje suele estarse muerto.

¿En dónde está quien mi deseo alienta?
¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
distinto al tronco fiel que lo alimenta.

¿En dónde está el espíritu sombrío
de cuya opacidad brote la llama?
Ah, si mis mundos con su amor inflama
yo seré incontenible como un río.

¿En dónde está el que con su amor me envuelva?
Ha de traer su gran verdad sabida...
Hielo y más hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que me disuelva.

Carta al vacío


Ernestina de Champourcín

Es escribir a alguien
o lanzarse al silencio,
a nadar en lo oscuro,
a encender una llama
aunque ahoguen las dudas.
¿Carta a lo que no existe?
Hay buzones alados
que se disparan solos
y un correo sin pistas
ni trayecto seguro.

Eludir el camino
que todos conocemos.
Seguir hacia adelante
ruta de los que intentan
lo que nunca pensaron
y se sienten felices
porque hay algo distinto,
porque se desvanece
de pronto lo que sobra
y no existe el vacío
si queremos colmarlo.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Yo, la que te quiere


Gioconda Belli. Línea de fuego (1974-1978)




Yo soy tu indómita gacela,

el trueno que rompe la luz sobre tu pecho.

Yo soy el viento desatado en la montaña

y el fulgor concentrado del fuego del ocote.

Yo caliento tus noches

encendiendo volcanes en mis manos,

mojándote los ojos con el humo de mis cráteres.

Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,

riendo la risa inmutable de los años.

Yo soy el inexplorado camino,

la claridad que rompe la tiniebla.

Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía

y te recorro entero,

sendero tras sendero,

descalzando mi amor,

desnudando mi miedo.

Yo soy un nombre que canta y te enamora

desde el otro lado de la luna,

soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.

Yo soy algo que crece,

algo que ríe y llora.

Yo, la que te quiere.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Mujer sin nombre







MUJER SIN NOMBRE

Yo no digo tu nombre. Yo digo mi locura.
Mírame cómo tengo los labios: como ríos
que atraviesan cantando tu hermosura.


Digo mi gran fervor, mi desespero.
Digo lo que me quema cuando llegas
y cuando ya te has ido lo que espero.


Escribo mi apetencia de ser dueño
de toda la candela de tus brazos,
para quemarme en ella como un leño.


Mujer sin nombre, si, pero nombrada
por mil voces ocultas: por mi instinto
que te tiene de gritos coronada.


Mi sangre hinca su alarido ardiente
en mi carne, socava mi estatura
y en mi mismo te busca ciegamente.


Y por buscarte así, como a una herida,
es mi sangre de tu alma y de tu imagen
la desenterradora enfurecida.


Mujer casi imposible, yo te evoco.
Para acercarte más cierro los ojos
y por cerrarlos casi que te toco.


Te veo saltar del fondo de mis versos
y caer junto a mi alma, con tu pecho
dividido en dos tibios universos.


Te oigo hablar y siento que me quema
esa llama de música que vive
dormida en las palabras del poema.


Te miro andar y siento que tus pasos,
siempre que en el crepúsculo se alejan,
más se acercan al sitio de mis brazos.


Pienso en tu cuerpo cálido y moreno,
y el cóncavo brasero de mis manos
de tu cuerpo se siente casi lleno.


Cuando miro tu talle me pregunto
si en una habitación deshabitada
por estar solo lo tendré más junto.


Cuando miro tus muslos yo me digo
que quizás en el tiempo de la siega
serán de mis trigales dulce trigo.


Y cuando veo tu pelo anochecido,
pienso que va a temblar como una estrella
cuando mi beso arranque tu gemido.


Te espero, si, con tanto desespero,
que la cal de mis huesos ya no puede
con la muerte profunda con que muero.


Ahora solo falta que te atrevas
y que congregues todas tus pasiones
con la pasión recóndita que llevas.


Mientras tanto yo soy el infinito,
y tú el surco de estrellas asediado
por la semilla amarga de mi grito.



Carlos Saavedra....

martes, 22 de septiembre de 2009

Ayer


Ayer

Ayer pasó el pasado lentamente
con su vacilación definitiva
sabiéndote infeliz y a la deriva
con tus dudas selladas en la frente

ayer pasó el pasado por el puente
y se llevó tu libertad cautiva
cambiando su silencio en carne viva
por tus leves alarmas de inocente

ayer pasó el pasado con su historia
y su deshilachada incertidumbre/
con su huella de espanto y de reproche

fue haciendo del dolor una costumbre
sembrando de fracasos tu memoria
y dejándote a solas con la noche.

Mario Benedetti...

sábado, 19 de septiembre de 2009

A un gato




No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.




Poemas de Jorge Luis Borges

martes, 8 de septiembre de 2009


Félix Grande

SI tú me abandonaras te quedarías sin causa
como una fruta verde que se arrancó al manzano,
de noche soñarías que te mira mi mano
y de día, sin mi mano, serías sólo una pausa;

si yo te abandonara me quedaría sin sueño
como un mar que de pronto se quedó sin orillas,
me extendería buscándolas, con olas amarillas,
enormes, y no obstante yo sería muy pequeño;

porque tu obra soy yo, envejecer conmigo,
ser para mis rincones el único testigo,
ayudarme a vivir y a morir, compañera;

porque mi obra eres tú, arcilla pensativa:
mirarte día y noche, mirarte mientras viva;
en ti está mi mirada más vieja y verdadera.

viernes, 7 de agosto de 2009

El beso


La luz de ocaso moribunda toca
del pinar los follajes tembladores;
suspiran en el bosque los rumores
y las tórtolas gimen en la roca.

Es el instante que el amor invoca,
ven junto a mí; te sostendré con flores,
mientras roban volando los amores
el dulce beso de tu dulce boca.

La virgen suspiró; sus labios rojos
apenas, ¡Yo te amo! murmuraron,
se entrecerraron lánguidos los ojos,

los labios a los labios se juntaron
y las frentes bañadas de sonrojos,
al peso de la dicha se doblaron.



Manuel María Flores

domingo, 2 de agosto de 2009

Derrochador de encanto


Derrochador de encanto, ¿por qué gastas
en ti mismo tu herencia de hermosura?
Naturaleza presta y no regala,
y, generosa, presta al generoso.

Luego, bello egoísta, ¿por qué abusas
de lo que se te dio para que dieras?
Avaro sin provecho, ¿por qué empleas
suma tan grande, si vivir no logras?

Al comerciar así sólo contigo,
defraudas de ti mismo a lo más dulce.
Cuando te llamen a partir, ¿qué saldo

podrás dejar que sea tolerable?
Tu belleza sin uso irá a la tumba;
usada, hubiera sido tu albacea.

William Shakespeare

lunes, 27 de julio de 2009

Amara yo el olvido


Giovanni Quessep

Felicidad en ruinas
Lo que han visto mis ojos
Volver al tiempo amado
Ya fugitiva música del polvo

(Nada tendrá el amor
Si en jardines o nieve
La Quimera le cuenta
Del valle de la muerte)

Felicidad en ruinas
Lo que ha visto mi alma en el encanto
Amara yo el olvido
Y el reino de las hojas que he encontrado

domingo, 19 de julio de 2009

Yo fui


Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.

He sido.
Luis Cernuda

Dos fábulas para tiempos sombríos


Segunda
fábula (El amor)


1.
Génesis

En el principio era el amor.
Cuando el alba
buscaba un dueño.
Cuando todas las criaturas
llevaban sus cuerpos
desiertos.

En el principio era el amor.
En todo tenía su
reino.
La noche entera era el latido
de tan hondo enamoramiento.

El amor y las almas, juntos
fueron creando el Universo.
Las
almas fueron su metal.
El amor su mágico fuego.

En el
principio era el amor.
Los cuerpos estaban desiertos,
y cada
cuerpo buscó un alma
que lo tuviera prisionero.

Para el
cuerpo, recién nacido
de la noche, todo fue nuevo.
Ignoró, por no
entristecerse,
que el alma tenía recuerdos.

En el principio
era el amor.

2. Sin saberlo

Alguna vez, un alma halló
el alma que la
completaba.
Cuando los cuerpos se tuvieron,
olvidaron que había
alma.

No llegaron a lo que dura,
y gozaron de lo que pasa.
Luego se fueron, dividieron
el caudal de su única agua.


3. Segundo amor

En
el principio era el amor.
Sin el amor nada existía.
El alma que
una vez amó,
nunca jamás se apagaría.


Volver a
amar era intentar
tornar al punto de partida,
apresar humo, tocar
cielos,
poseer la luz infinita.


Volver a
amar era querer
revivir las flores marchitas.
Era escuchar la voz
del alma
que llamaba al alma perdida.


Volver a
amar era llorar
por la dicha desvanecida.
Era encontrar con quien
partir
el pan y el vino de otros días.


Pero -de
sobra lo sabemos-
sólo una vez se ama en la vida.
Volver a amar,
es evocar
el amor que colmó la dicha.


Es, sin
querer, hacer sufrir.
Sentir la rueda detenida.
Que si el espejo
sufre, es porque
la vieja imagen está viva.


En el
principio era el amor.


De "Con
las piedras, con el viento" 1950
José Hierro

jueves, 16 de julio de 2009

Me declaro vencido


Miguel Martí i Pol



Me declaro vencido. Los años que me quedan
los malviviré en penumbra. Cada mañana
deshojaré una rosa -la misma-
y con tinta evanescente escribiré un verso
débil y nostálgico en cada pétalo.
Os lego mi sombra en testamento:
es lo más perdurable y sólido que tengo,
y los cuatro palmos de mundo tranquilo
que creo cada día con la mirada.
Cuando muera, cavad un profundo hoyo
y enterradme en él de pie, frente al mediodía,
que el sol. al salir, me ciegue el fondo de los ojos.
Así la gente que me vea exclamará:
-Mirad, un muerto con la mirada viva.

De "La piel del violín"
Versión de Adolfo García Ortega

Incitación


En el muro quedaron los tatuajes del juego,
el tiempo me conmina pero no me doblego,
siento a pesar de todo brutal desasosiego
y el código de agobios lo dejo para luego.

Antes de que el crepúsculo en noche se convierta,
y se duerma la calle y se entorne la puerta
a solas con mi pobre madurez inexperta,
quiero que mi demanda se encuentre con tu oferta.

No es bueno que la astucia me busque a la deriva
como si el amor fuera sólo una tentativa
y ya que ahora asombras a mi alma votiva,
confío en que asombrado tu cuerpo me reciba.

Nos consta que el presente es breve y es impuro,,
pero cuando los torsos celebren su conjuro
y llamen nuestros ojos cual brasas en lo oscuro,
sólo entonces sabremos cómo será el futuro.

Aspiro a que tu suerte de nuevo me rescate
del frío y de la sombra..... del tedio y el combate,
la gloria nos espera sola en su escaparate
mientras tú y yo probamos la sal y el disparate.

Sola en su desafío nos espera la gloria
y con su habilidad veterana y suasoria
entre nosotros borra la línea divisoria
y nuestros pies se buscan para empezar la historia.

Mario Benedetti....

domingo, 12 de julio de 2009

Busco


Busco

Que sea tierno ante todo.
Que esté conmigo
no más de veinte días.
Que se vuelva de amor
y de remate loco
y que luego se vaya
sin ruegos, ni exigencias,
ni mentiras...

Así las condiciones.

Abstenerse los que creen en dios,
en sacramentos,
en la ley de los hombres.

Soy solo una mujer
con la espera entreabierta
para el que oculta veneno en la saliva
un cuchillo en los dientes
y entre las piernas
la razón poderosa de la desgracia.

María Rosal.....

sábado, 27 de junio de 2009

Nadie sabe


Abre tus ojos anchos al asombro
cada mañana nueva y acompasa
en místico silencio tu latido
porque un día comienza su voluta
y nadie sabe nada de los días
que se nos dan y luego se deshacen
en polvo y sombra. Nadie sabe nada.

Pisa la tierra. Vierte la simiente.
Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
Pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura.

Mira la llamarada de los árboles
irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
la piedra inmóvil de alma intraducible
y el agua sin contornos que camina
por sus trazados cauces ignorándolos.
Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
Pues nadie sabe nada de los árboles
ni de la piedra ni del agua en fuga.

Mira las aves, altas, desprendidas,
rayando el sol a golpe de sus alas.
Toma del aire el trino y el gorjeo,
pero no quieras traducir su ritmo,
pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
Toma su luz y enciéndete la frente,
pero no inquieras su remoto arcano
pues nadie sabe nada de la estrella.

Besa los labios y los ojos. Goza
la carne del amante sazonada
secretamente para ti. Acomete
con decisión humilde la tarea
del imperioso instinto. Crece y ama.
Mas nada digas del tremendo rito
pues nadie sabe nada de los besos,
ni del amor ni del placer ni entiende
la ruda sacudida que nos pone
el hijo concluido entre los brazos.

Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
Cierra las fauces del dolor oscuro,
pues nadie sabe nada de las lágrimas.

Vete a hurtadillas con discreto paso.
Traspasa quedamente la frontera,
pues nadie sabe nada de la muerte.

Ángela Figuera Aymerich

miércoles, 10 de junio de 2009

La boca, de Cancionero y Romancero de Ausencias


" Boca que arrastra mi boca.
Boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos tremendos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astros que tiene tu boca
enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.
¡ Cuánta boca ya enterrada,
sin boca, desenterramos!

Bebo en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
Vida, Muerte, Amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios. "

Miguel Hernández

El Ángel de la ira


Sin dueño, entre las ortigas,
piedra por pulir, brillabas.

Pie invisible.
(Entre las ortigas, nada.)
Pie invisible de la ira.

Lenguas de légamo, hundidas,
sordas, recordaron algo.

Ya no estabas.
¿Qué recordaron?

Se movió mudo el silencio
y dijo algo.
No dijo nada.

Sin saberlo,
mudó de rumbo mi sangre,
y en los fosos
gritos largos se cayeron.

Para salvar mis ojos,
para salvarte a ti que...

Secreto.


Rafael Alberti
Sobre los ángeles ( 1929 )