domingo, 31 de mayo de 2009

El fantasma de la Ópera, asesino por amor


En el siglo XIX, La Ópera Garnier de París era un suntuoso edificio donde se representaban sublimes piezas de los mejores genios de la época. Empero, lejos del mundanal ruido de los aplausos, en sus cimientos se gestaba un sentimiento hostil y terrorífico. Sus trabajadores vivían aterrorizados por una entidad del “más allá” que no dudaba en satisfacer sus aberrantes deseos. Supuestamente, un fantasma que se materializaba en un hombre con una máscara, provocaba toda serie de accidentes para asesinar a sus víctimas. Lo que no sabían estos trabajadores es que este misterioso personaje era, en realidad, un peligroso hombre enamorado.

Poco a poco, su oscura leyenda fue gestándose hasta ser conocido como “El fantasma de la Ópera”. Nacido de padres humildes, su deformado rostro marcó su vida y actos. Escapó en cuanto pudo de su aldea natal, participó como objeto de una feria de horrores y aprendió de los zíngaros el arte de la música -de la que se convirtió en genio-, las acrobacias y ventrilocuismo. Los avatares del destino lo llevaron a la corte del Sha de Persia, donde ejerció labores de asesino y arquitecto.

En su regreso a Francia, se convirtió en el ingeniero responsable de La Ópera Garnier. Aprovechando su puesto, y que en el subsuelo había un lago, construyó túneles, laberintos y su propio hogar. Desde allí, podía controlar todo lo que ocurriera sobre el gran escenario. Cuando sus ojos se posaron sobre la virtuosa Christine Daaé, su mundo se desmoronó. Se encargó personalmente de conseguirle el puesto de “Prima Donna” al ocasionar la caída del telón sobre la diva del momento, Carlotta.


La joven Christine, convencida de que era un ángel quien la ayudaba en su carrera, seduce el corazón del público, incluyendo el de su amor de infancia, el Vizconde Raoul de Chagny. Erick -que así como se llamaba el fantasma-, decide mostrarse ante ella y la cita en las catacumbas de la ópera. Ella descubre que no es un ángel quien le escribe las asombrosas óperas, sino un hombre de cara deformada y de hábitos excéntricos. Él la encierra con la condición de liberarla si la acepta tal cuál es, a lo que ella accede porque se siente fascinada por su talento musical… Hasta que descubre que su “ángel” en realidad es un asesino en serie.

Horrorizada decide casarse con el Vizconde y escapar con él. Pero poco duró su idílico plan, ya que Erick lo descubre y decide raptarla en medio de una actuación, donde deja caer un gran candelabro en el escenario. Es este el momento donde se enfrentan la razón y las pulsiones del fantasma.

Lo que pudiera parecer un hecho acontecido en siglos pasados en realidad es una novela de Gastón Leroux, publicada en 1910, que ha inspirado cientos de obras de teatro, películas y festivales de música -actualmente, en Londres el musical sigue siento éxito de taquilla y colgándose el cartel de “agotadas entradas teatro“-. Su explosiva combinación de terror, amor, odio y tragedia, además de la descripción de tenebrosos ambientes, ha conseguido fieles adeptos alrededor del mundo desde su publicación. La maestría de la historia la ha elevado a categoría de leyenda, desconociendo la gran mayoría cuáles son sus orígenes reales. He aquí un claro ejemplo de lo que debe primar en un relato: la verosimilitud (”apariencia de verdadero”).

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