martes, 5 de mayo de 2009

Pintalabios




Los hay de mil y una tonalidades, y son el producto de belleza que más se utiliza en todo el mundo, aún más que los barnices para uñas y las bases de maquillaje.

¿Están hechas las barras de labios de una sustancia comestible?”. Esa fue la pregunta de un adolescente recién estrenado, que hace años me hizo pensar, con sonrisa de complicidad inevitable, en varias direcciones. Para empezar, me parecía lógico que aquella interrogante fuera de uno y no de una, pues supongo que ellas conocen la respuesta, no en vano han decidido usar el pintalabios en lugar de tabletas de chocolate. Era una pregunta casi propia de Adán en el Paraíso, incluyendo su aire de zozobra: ¿será venenoso el fruto prohibido?

Por supuesto, rememoré inmediatamente mi adolescencia, cuando llegué a pensar que el carmín lo hacían para marcar y dejar huella. Dejando a un lado intrascendentes episodios de limpieza, muchas veces marcas de labios fueron la antefirma de las cartas.

Lo que se llevaba en...


● Años 20 del siglo pasado: Colores intensos.
● Años 30: Tonalidades claras, rosas.
● Años 40: Carmín profundo, rojos oscuros.
● Años 50: Tonos opacos y pastosos.
● Años 60: Tonos muy claros, incluso blanco. Bases más grasas.
● Años 70: Nacen los nacarados, irisados, brillantes.
● Años 80: Desaparecen los brillos.
● Años 90: Los mates se ponen de moda.
● Siglo XXI: Todo vale.
Numerosos pigmentos usados como agentes colorantes en cosmética por los pueblos antiguos estarían ahora prohibidos por ser sustancias venenosas. Hace más de 4.000 años, en Mesopotamia, utilizaban piedras semipreciosas trituradas en polvo y amalgamadas con grasas para dar color a los labios. También lo hicieron en las culturas del valle del Indo y los antiguos egipcios, que obtuvieron para tal fin un tinte de ocre rojo. Más adelante, el uso de otros compuestos igualmente podía ser una contribución a la belleza, pero también un riesgo para la salud. La tez pálida se conseguía con polvos hechos a base de plomo, el fósforo rojo se usaba para dar un toque de coqueto rubor a las mejillas, y con el cinabrio amarillo –sulfuro de mercurio, HgS– se obtenía brillo en los labios. La sombra de ojos se lograba con distintos minerales, entre ellos el oropimente –trisulfuro de arsénico, As2S3– y el rímel para pestañas con diminutas agujas de estibinita –trisulfuro de antimonio, Sb2S3–. En resumen, una maravillosa colección de venenos fabricados con metales pesados.

Hoy las barras de labios son mezclas de una base grasa –a menudo, aceite de ricino, lo que en inglés se denomina castor oil–, de colza y de otras semillas junto con lanolina y ceras, normalmente de abeja o de plantas como la palma carnaúba, Copernicia cerífera; y la candelilla, Euphorbia cerífera. Esa mezcla, que algunas veces lleva hasta veinte ingredientes, busca las proporciones adecuadas para que el material se mantenga sólido en la barra, pero se deslice al contacto con los labios.

Las ceras, por su parte, le dan brillo y consistencia mientras que los aceites le proporcionan untuosidad, suavidad y adherencia. Los brillos se acentúan con micas y escamas trituradas y los mates con talco o caolín. Además, llevan conservantes para evitar la oxidación y aromas.

Los colorantes de los pintalabios son a veces los mismos que se utilizan en la industria alimentaria, pero preparados en forma de lacas insolubles. Entre ellos están el carmín (E120), la eritrosina (E127, rojo de xanteno), el azul brillante (E133, azul de trifenileno), el amaranto (E123, colorante azoico rojo), la tartracina (E102, colorante azoico amarillo) y, por supuesto, el óxido de hierro (II).

En resumen, que yo no diría que es un alimento, pero tampoco es un veneno en dosis normales.

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