domingo, 5 de julio de 2009

Helena de Troya, mito de una tragica belleza


Schopenhauer dijo que la belleza es una carta de recomendación que nos gana de antemano los corazones. Pero además, ésta puede acarrear desgracias y calamidades.

En la cuna de la civilización occidental, nació una de las mujeres más famosas de los mitos, las leyendas y la cultura universal. Su nombre es sinónimo de belleza inigualable como también de guerra. Envidia de las diosas más poderosas y deseos de los reyes más ambiciosos; por a su gran belleza, fue raptada por el príncipe troyano Paris, dándole origen a la Guerra de Troya. La figura de Helena se ha convertido es el arcano del deseo y la desgracia.

Desde su concepción, Helena fue un personaje mitológico salpicado de erotismo. Sus padres fueron Leda y el dios Zeus. Ella, una reina mortal; él, amo y señor del Olimpo. Bajo el disfraz de un delicado y hermoso cisne, Zeus sedujo a Leda para yacer junto a ella, cuya pasión luego sería reclamada por su esposo Tindáreo, rey de Esparta.


Como resultado de esa misma noche de deseo, Leda puso dos huevos: de uno nacieron Helena y Pólux, ambos inmortales y supuestos hijos de Zeus, y del otro, Clitemnestra y Cástor, mortales considerados hijos de Tindáreo. Cástor y Pólux fueron considerados gemelos y se los conocía como Dioscuros.

Otra versión nos dice que Helena nació de la unión de Némesis, diosa de la venganza y la justicia, y Zeus, transformados ellos en oca y cisne. El huevo que puso Némesis llegó a las manos de Leda, quien cuidó de Helena como si fuera su auténtica madre.

En cualquier caso, la mitología cuenta que la joven Helena era famosa por su belleza insuperable. Un día fue sorprendida y raptada por Teseo, el héroe ateniense. Pero al regresar a su cuidad, el pueblo no permitió la entrada de la bella espartana, por lo que Teseo la condujo junto a su madre Etra. Luego se marchó al Hades para raptar a Perséfone con la ingenua intención de convertirla en esposa de su amigo Pirítoo, y durante esa estancia, los Dioscuros rescataron a Helena y tomaron como prisioneras a la madre de Teseo y a la hermana de Pirítoo, para conducirlas hasta Esparta y convertirlas en esclavas.

El tiempo pasó, Helena creció y su belleza también. Presos de su legendaria hermosura, pretendientes de todos los rincones de Grecia acudieron a ella para desposarla. El futuro marido no sólo sellaría su futuro junto a la mujer más deseada del mundo conocido, sino que además ocuparía el trono de Esparta.

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